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Venezuela: Del delirio revolucionario a la agonía del régimen

                                                               Por: Ricardo Angoso

 

El fracaso es evidente en todos los órdenes, pero especialmente en el económico, donde el país ha pasado del desabastecimiento a la hambruna. También se han roto las reglas de juego del sistema político, la democracia se ha vaciado de contenidos y al estallido social le ha sucedido la protesta masiva en las calles venezonalas, tal como se está viendo en estos días y que ha sido contestada con una brutal represión por parte de un régimen que se resquebraja por momentos. Parece que no hay salida, el diálogo sigue ausente y el gobierno venezolano ha optado por la peor de las respuestas: el uso de la fuerza contra la disidencia y una retórica beligerante y agresiva contraria a las más elementales formas del sentido común. Por otra parte, la oposición convocó un proceso consultivo para este pasado 16 de julio en que se decidió rechazar la Asamblea Constituyente convocada por Maduro. El tira y afloja continúa.

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DEL FRACASO DEL MODELO POLÍTICO A LA IMPLOSIÓN SOCIAL

 

El intervencionismo del Estado en la economía, intentando controlar los precios, expropiando colectividades agrarias y ahuyentando las inversiones extranjeras, ha tenido efectos desastrosos para todos. La inflación ya supera el 700% anual, el crecimiento económico es negativo desde hace años, el bolívar ya cotiza a 10.000 unidades por dólar, la producción del país es nula y, como guinda final, las tiendas están vacías, ya nadie puede importar nada porque no hay divisas. Frente a ese estado de cosas absolutamente caótico, el régimen de Maduro optó por la más errática de las soluciones, emitir más moneda, y la inflación siguió aumentando a la par que la escasez de artículos básicos. Así lo describía el diario El Comercio en uno de sus editoriales: “La decisión gubernamental, adornada en supuestas conspiraciones internacionales de que se acumulan billetes de 100 bolívares, es sacar de circulación estos billetes y emitir otros de 500, 1.000, 2.000, 5.000 , 10.000 y 20.000 bolívares, lo que refleja el tamaño y la gravedad de una enfermedad económica que puede sumir aún más a ese país en una espiral impredecible”. A este cuadro, hay que añadir que los precios el petróleo -ya el único producto que exporta Venezuela- han caído drásticamente en los últimos años y el régimen no tiene ya divisas para financiar unas inútiles misiones sociales que nunca funcionaron pero que al menos servían para generar adhesiones a través de un clientelismo descarado. Además, para agravar más las cosas, la producción del petróleo sigue cayendo desde hace años -sobre todo desde la intervención el gobierno en la empresa petrolera PDVSA- y en el año 2016, según cifras oficiales, la bajada fue de 500.000 barriles hasta los dos millones, muy lejos de los 3,5 millones de antaño. Frente a este cuadro devastador en lo económico, el régimen esgrime un discurso victimista, agresivo contra todos y casi rayano en la paranoia. Culpan del actual caos reinante, que los gobiernos de Chávez y Maduro generaron con sus fracasadas políticas, a la “derecha parasitaria” del país que, aliada con el “imperio” -Estados Unidos-, conspiran con una “guerra económica” contra los intereses nacionales. Y lo hacen sin pruebas, con simples exhibiciones retóricas, acusando a diestro y siniestro, señalando sin argumentos creíbles a Washignton y a otros círculos del exterior de estar detrás de una gran conspiración. El pecado fundacional del régimen es que se miró en el espejo de regímenes fracasados, como el cubano, y no en experiencias exitosas de otros países gobernandos por la izquierda, como Chile, Uruguay o los países nórdicos en Europa. Chávez cometió errores gravísimos en la gestión de la economía, que nunca fueron corregidos porque nunca hubo propuesta de enmienda, y después Maduro siguió insistiendo en reafirmarse en fórmulas absolutamente fracasadas y que conducían al abismo que el país vive hoy. Luego, en lo político, el régimen se desmorona por momentos y hace frente a una grave crisis, tanto en su desempeño frente a la oposición tras haber roto todos los puentes para un posible diálogo, que habían auspiciado algunos actores de la comunidad internacional, etre los que se encontraba el vaticano y también en su..

cohesión interna, toda vez que comienzan a aflorar las divisiones dentro de lo que hasta ahora había sido un bloque monolítico. Paradigmático de esos síntomas de resquebrajamiento del régimen ha sido la reciente llamada de atención contra la represión de la Fiscal General de la República Bolivariana de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, quien ha denunciado los abusos de las fuerzas de seguridad y los grupos de choque del régimen -los denominados “colectivos”-. Casi ochenta personas han sido asesinadas -no tiene otro nombre a tenor de las imágenes que nos llegan desde Caracas- en la represión de las protestas convocadas por la oposición y hay casi dos mil heridos en las mismas, aparte de casi dos centenares de detenidos. Algunas fuentes, como el canal de televisión NTN, hablan de hasta 3.529 arrestados en las protestas. Por cierto, la Fiscal General Luisa Ortega ya está en el punto de mira de la dictadura: se le ha  retirado el pasaporte, podría ser procesada en las próximas semanas e incluso se ha llegado a dudar de su estado mental por algunos voceros de régimen. Es acusada, abiertamente, de ser una “traidora” por parte de los partidarios de Maduro.

 

LA SUCESIÓN TRAS LA MUERTE DE CHÁVEZ

 

El presidente venezolano Hugo Chávez, quien murió de un cáncer fulminante en el año 2013, designó a Nicolás Maduro antes de morir y la elección no fue algo casual ni dejado al azar, sino que tenía mucho que ver con las ligazones del designado con Cuba y por el rumbo que debía seguir la “revolución bolivariana” en el futuro. Maduro estuvo en Cuba, en la Escuela de Formación Política del Partido Comunista de Cuba (PCC), entre 1986 y 1987, como becario invitado por el régimen cubano, algo que solo La Habana se digna a hacer con gente de su total confianza y que gozan del favor del régimen comunista. Maduro garantizaba a Chávez, y a todo su círculo cercano, incluyendo a su familia, que participaba de los dividendos del poder y ocupaba importantes cargos públicos, la continuidad del régimen. Chávez se creía el conductor de una gran revolución latinoamericana guiada por una ideología que él mismo denominaba “el socialismo del siglo XXI”, un conjunto de anticuadas ideas con respecto al manejo de la economía que ya habían sido puestas en práctica en la Europa ex comunista y en Cuba con unos resultados absolutamente desastrosos. Chávez, junto con otros líderes latinoamericanos, desdeñó siempre el ideario socialdemócrata, por considerarlo ajeno al continente, y abrazó el pensamiento castrista sin pararse siquiera a pensar si las recetas del fracasado modelo eran las más adecuadas para ese momento histórico. A esas ideas ya trasnochadas, y como aderezo de la tarta, se le vino a añadir una suerte de nacionalismo caribeño rayano al fascismo. Las ideas de Chávez no eran nada nuevas, sino que venían importadas, más concre tamente de la Argentina peronista y tenían nombre y apellidos: Norberto Ceresole. Este ex militar, nacional - socialista, estalinista, antisemita, simpatizante de la causa palestina y de los Montoneros, quiso hacer sus contribuciones ideológicas a la causa peronista y bocetó una serie de ideas sobre un régimen que debía de ser capaz de fusionar al pueblo, el ejército, el partido y al gobierno del pueblo en una sola entidad política bajo el mando de un caudillo indiscutible y al que las masas deberían seguir más allá de toda racionalidad política y sujetas a una adhesión inquebrantable. No había nada de democrático, desde luego, en su pensamiento. Chávez, siempre muy pobre en términos ideológi - cos y con una escasa formación política en sus orígenes, contrató a Ceresole y le convirtió, salvando las distancias, en uno de sus principales asesores hasta que después aquella relación desembocó en una tormentosa ruptura entre ambos. Pero Chávez, para dar continuidad a ese proyecto que ya cumplió dieciocho años, sabía que el único que podía dársela sin cuestionar nada era Maduro, cuyos mentores ideológicos eran el propio Chávez y los hermanos Castro. La ligazón de Maduro con la dictadura castrista, junto con su incorruptible fidelidad sin mácula de duda, le hacían ser el candidato con más opciones para ser elegido por el difunto dictador. Chávez no se equivocó, sino que sabía bien quien podría ser su mejor sucesor: conocía a Maduro.

La agudización de la crisis en todos los frentes

Chávez se creía el conductor de una gran revolución latinoamericana guiada por una ideología que él mismo denominaba “el socialismo del siglo XXI”, un conjunto de anticuadas ideas con respecto al manejo de la economía que ya habían sido puestas en práctica en la Europa ex comunista y en Cuba con unos resultados absolutamente desastroso

 

Pero una vez que la democracia venezolana fue vaciada de contenidos, corrompiendo la división de poderes -ya inexistente hoy en día- y desinstitucionalizando el sistema democrático, aparecieron todos los males pro pios de una dictadura personalista, militarista, ceñida a la obediencia ciega al líder y ajena a cualquier crítica, pues el régimen nunca aceptó la disidencia ni la discu sión acerca de las erráticas medidas que iba tomando.

 

La corrupción se extendió a todos los ámbitos de la sociedad y la administración. El último informe de Transparencia Internacional señala que Venezuela se encuentra entre los diez países más corruptos del mundo, exactamente en el puesto 166, sobre 175 países, en lo que se refiere a transparencia y limpieza en su administración y gobierno, en el deshonroso último lugar de América Latina y junto a países africanos dictatoriales y despóticos.

 

“La impunidad y la corrupción forman una relación perversa que va creciendo. En Venezuela cada vez hay más leyes que fomentan la opacidad. La Contraloría General cada día sanciona menos el incumplimiento de las normas de transparencia. Es inexplicable que la Fiscalía venezolana no diga nada respecto a casos tan importantes como Odebrecht, en el que sus directivos aceptaron ante un tribunal que pagaron 98 millones de dólares en sobornos en Venezuela. Todo esto nos indica el poco interés que hay en la lucha contra la corrupción”, señalaba en el último informe ya citado Mercedes de Freitas, directora ejecutiva de Transparencia Venezuela.

 

En lo que respecta al narcotráfico, también conectado directamente con el régimen, hay que señalar el paradigmático caso de los dos sobrinos de la pareja presidencial de Venezuela, Efraín Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, que intentaban transportar 800 kilos de cocaína desde Haití hacia los Estados Unidos en una avioneta. Una vez detenidos por la DEA, y conducidos a los Estados Unidos, donde cumplen prisión y próximamente les será comunicada una setencia firme, ambos contrataron los servicios de un bufete de abogados norteamericano a cargo del ejecutivo venezolano. Además, lo que revela la complicidad del Estado venezolano con la trama, los dos familiares del mandatario venezolano tenían pasaporte diplomático y gozaban de un alto nivel de vida sin que se les conociera ocupación alguna.

 

Desde hace años los Estados Unidos, junto otros gobiernos de América Latina, han centrado sus investigaciones en el denominado cartel de los Soles, una organización criminal dedicada al tráfico de drogas y que operaría en la frontera entre Venezuela y Colombia. Los jefes de esta organización delincuencial, que incluso estaría vinculada a la actividad ilícita en la producción y tráfico de cocaína que realizan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), son altos mandos de las Fuerzas Armadas venezolanas y los Estados Unidos ya han reclamado la extradición de tres miembros de los Soles que se encuentran detenidos en Honduras y Colombia. Uno de ellos, según contaba el diario Miami Diario, podría ser una pieza clave para desentrañar todos los movimientos, operaciones y relaciones de este cartel en el exterior. Se trata del que es considerado uno de los pilotos con más vueltos del cartel de los Soles. Según el diario citado, “las autoridades estadounidenses han esperado más de un año para que se concrete la extradición del capitán venezolano Yazenky Antonio Lamas Rondón, quien fue arrestado el 7 de junio de 2016 en Bogotá, Colombia.

El sujeto llegó a la capital colombiana proveniente de Centroamérica y fue arrestado de inmediato atendiendo una alerta roja en su contra emanada de la Interpol”. Lamas Rondón, al parecer, es acusado por por haber pilotado un vuelo ilegal que salió en noviembre del estado de Apure, en Venezuela, hasta Honduras con 1.600 kilos de cocaína, según una acusación sostenida por la fiscalía del Distrito de Columbia. El militar fue arrestado por las autoridades colombianas cuando se encontraba en tránsito y porque obra una orden internacional contra él.

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Uno de los efectos más perniciosos de la impunidad es que es un resorte que estimula la inseguridad, eso lo evidenciamos en Venezuela, donde la impunidad alcanza el 98% y terminó impulsando las cifras de inseguridad que nos convirtieron en el país más violento del mundo el año pasado, en el que murieron 28.470 personas en hechos violentos

Otro aspecto que muestra el fracaso del régimen es la inseguridad pública reinante en las calles de Venezuela. Este país es hoy uno de los más inseguros del mundo y el año pasado el país rozó la cifra de los 30.000 homicidios.

 

Caracas, la capital venezolana, figura en varios rankings como una de las ciudades más peligrosas del mundo con una tasa por encima de los 130 homicidios cada 100.000 habitantes. Salir por la noche en Caracas es jugarte el pellejo, pero no sólo la capital está en esa lista, sino que sobre las 50 más peligrosas del mundo otras siete venezolanas están incluidas.

 

A la inseguridad hay que añadirle la impunidad añadida -más del 98% de los delitos quedan impunes-, la corrupción en los cuerpos policiales y el hacinamiento en las cárceles venezolanas, auténticas escuelas de criminalidad y donde reina el caos total, habiéndose hasta denunciado por algunos expertos casos de canibalismo, hambre, enfermedades contagiosas y torturas generalizadas.

 

Para el padre Raúl Hernández, de la Dirección de Derechos Humanos de la Universidad Central de Venezuela (UCV), “uno de los efectos más perniciosos de la impunidad es que es un resorte que estimula la inseguridad, eso lo evidenciamos en Venezuela, donde la impunidad alcanza el 98% y terminó impulsando las cifras de inseguridad que nos convirtieron en el país más violento del mundo el año pasado, en el que murieron 28.470 personas en hechos violentos, de acuerdo al balance presentado por el Observatorio Venezolano de Violencia”.

 

Sin embargo, lo más preocupante de este asunto es lo poco que parece preocuparles a las autoridades venezolanas y el fracaso de todos los planes auspiciados por las mismas para ponerle coto a este reino de la violencia que se ha convertido en un auténtico flagelo para la sociedad venezolana. Más bien lo contrario: parece que hay una ligazón incluso entre el crimen organizado y algunos funcionarios de los cuerpos de seguridad, tal como señalaba el periodista experto en estas cuestiones Javier Mayorga: “La delincuencia organizada en Venezuela es de enganches políticos y es un negocio lucrativo muy grave para el país.

 

Tampoco se puede dejar de lado la grave situación de la delincuencia organizada en Venezuela por medio de los cuerpos policiales y militares, pues estos son cómplices de muchos delitos y ellos también los ejecutan. No existe un filtro para los efectivos policiales, por eso vemos como muchos son hasta delincuentes que vestidos de policías cometen delitos contra la sociedad civil”. Por último, a este cuadro tan desfavorable para todos los venezolanos, hay que agregarle el desabastecimiento crónico de casi todos los productos básicos.

Falta de todo y en casi todas partes, cuesta encontrar alimentos y ya se han publicado y difundido imágenes de algunos venezolanos escarbando en la basura. Escasean el pan, el papel higiénico, la leche, la carne, el pollo, los medicamentos y casi todos los insumos básicos. 

La gente recurre al trueque, el mercado negro y la compra en el exterior, sobre todo en la frontera con Colombia cuando está abierta, para adquirir todo aquello que ya es imposible de encontrar en los canales habituales.

Este estado de cosas ha generado zozobra, malestar y cansancio entre los venezolanos, pero también que la mayor parte de la población haya tenido que reducir sus comidas y la cantidad en la ingestas. Otra consecuencia de esta grave crisis en el sistema de producción y distribución de comidas ha sido la desnutrición infantil. Venezuela registró hasta abril pasado un 11,4% de desnutrición infantil, que incluye casos graves de menores que han perdido cerca del 60 % de peso, lo que implica una situación de “crisis” según informaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace apenas unas semanas a un medio local. Pero las cosas, lejos de mejorar parecen ir por el peor de los caminos para la economía venezolana en todos los órdenes y parece que la caída en picado seguirá al menos por algún tiempo. Según el seminario británico The Economist, en sus proyecciones para el 2017, se estima que el PIB se contraerá en 7,3% en Venezuela, mientras que en Siria lo hará un 2,1%, y en Cuba crecerá un 1% por el crecimiento del sector privado, el turismo y las inversiones en negocios. Es decir, que los indicadores venezolanos son peores que los de una nación en guerra, como Siria, o que Cuba, siempre considerado el enfermo crónico del continente en lo que se refiere al crecimiento económico.

 

TRES MESES DE PROTESTAS CONTRA UN RÉGIMEN AGÓNICO

 

Esta situación de grave crisis en todos los órdenes es constatada incluso por algunos partidarios desencantandos por la deriva del régimen, como el intelectual de izquierdas y antiguo asesor de Chávez, Heinz Dieterich, quien asegura que “cuando el 80% de la población quiere que Maduro dimita y que haya elecciones según la Constitución vigente; cuando el Metro de Caracas tiene que suspender constantemente el servicio en 30 estaciones del sistema y las carreteras de acceso a la Capital tienen que ser controladas de manera asfixiante para impedir la llegada de manifestantes; y cuando los sabotajes a la infraestructura logística del país, los saqueos y las agresiones armadas van en aumento, entonces está claro, que el sistema gobernante está en el punto de ruptura de su capacidad de contención”. El punto de arranque del colapso actual comenzó a finales del año 2015, cuando la oposición democrática gana por primera vez las elecciones legislativas y consigue la mayoría en la Asamblea Nacional. Desde ese momento las señales de alarma se encendieron para el régimen y Maduro, junto con sus partidarios, se lanzaron al ataque contra el nuevo poder legislativo, tratando de deslegitimarlo y desautorizarlo, desoyendo el veredicto popular. Mientras Maduro se atrincheraba sin escuchar las voces de disidencia que cada vez eran má audibles en todo el país, la Asamblea Nacional comenzaba un proceso para celebrar un referendo revocatorio del mandato del presidente venezolano. Pero el camino iba a estar plagado de obstáculos, tanto para la recogida de firmas como para que otras instituciones colaborasen en que el referendo finalmente se celebrase, y Maduro hizo todo lo posible para que finalmente no se llevase a cabo

La oposición ha recuperado el pulso de la calle, antes en manos de los chavistas, y ahora consigue movilizar a millones de personas, pero especialmente a los más jóvenes, a las clases medias y mediasbajas que antes apenas se manifestaban y a los sectores profesionales y populares hasta ahora al margen de la política activa

 

Así, con toda la maquinaría a su favor y descartando cualquier acuerdo con una oposición a la que despreciaba, el régimen conseguía, utilizando para ello un Consejo Nacional Electoral (CNE) totalmente politizado, paralizar el proceso y crispar el ambiente político, ya de por sí muy enrarecido, definitivamente.

 

Después de que el legislativo fue apartado del juego político, sin que se le permitiera ninguna posibilidad de hacer frente al poder omnímodo de Maduro, la crisis se precipitó de una forma fulminante tras dar una nueva vuelta de tuerca el régimen. En marzo de este año, tras una escalada dialéctica entre la oposición y los líderes del régimen chavista, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) dictó la decisión 156 mediante la cual se atribuye a sí mismo las funciones de la Asamblea Nacional (AN) y se extienden los poderes del presidente de la República, Nicolás Maduro, provocándose así una “ruptura del hilo constitucional” en este país, tal como aseguraron en su momento los representantes del legislativo y la hasta entonces chavista Fiscal General del Estado, Luisa Ortega Díaz. La medida, después suspendida en cierta medida, fue la mecha que prendió las llamas de la protesta más masiva y secundada en la historia de Venezuela.

 

Desde entonces, desde esa ruptura de la institucionalidad y el salto hacia adelante de Maduro, desafiando a los poderes del mismo Estado fundado por Chávez y violando a la Constitución bolivariana que dice defender, las protestas se suceden a diario en las calles venezolanas, pero especialmente en Caracas.

 

Muchas cosas han cambiado en Venezuela desde las primeras protestas contra Chávez hasta ahora; la oposición ha recuperado el pulso de la calle, antes en manos de los chavistas, y ahora consigue movilizar a millones de personas, pero especialmente a los más jóvenes, a las clases medias y medias-bajas que antes apenas se manifestaban y a los sectores profesionales y populares hasta ahora al margen de la política activa.

 

El régimen, a pesar de contar con todos los recursos a su favor, movilizar a todos los funcionarios bajo presión para que asistan a sus marchas y contar con una gran red clientelar sujetada con pinzas a merced de las ayudas y dádivas con las que la mantiene, ha perdido una gran capacidad de movilización y cada vez le cuesta más organizar aquellas marchas masivas de la era Chávez.

 

Además, cada día que pasa, las protestas se intensifican y lejos de aminorarse cobran mayor fuerza y nuevos sectores de descontentos se les unen a los opositores, que han mostrado una gran cohesión durante las mismas y han alejado el fantasma de la división interna. La principal fuerza de la oposición venezolana, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una sopa de letras en la que caben todos los colores, partidos e ideologías, ha salido muy fortalecida con la crisis política y el éxito de las protestas, habiendo conseguido la erosión exterior e interior de un régimen incapaz de desbloquear una crisis política de una magnitud desconocida hasta ahora.

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Nunca hasta ahora el descrédito de Maduro había llegado a estos niveles y la crisis se ha convertido en una gran bola de nieve que va creciendo y creciendo amenazando con convertirse en un alud que devorará a un régimen absurdo, tremendemante autoritario y con un carácter violento tan desconocido para todos los venezolanos como la actual crisis que viven

Todos se preguntan ahora cómo ha sido posible caer tan bajo, cuál es el origen de este retroceso en todos los órdenes y de que un país que antaño fue próspero, receptor de inmigrantes y en cierta medida desarrollado, con indicadores por encima de la media de la mayor parte de países de América Latina, pueda haber llegado hasta esta fase absolutamente terminal y calamitosa.

 

Las protestas siguen sin tregua, la oposición democrática por ahora se muestra unida, sólida y cohesionada y el régimen se atrinchera sin dar una respuesta coherente, lógica y sosegada a las demandas de la calle. Pese a todo, lo que está ocurriendo en la calle es la traducción de una triple crisis que se manifiesta en la nación: política, económica y social. Sin hacer frente a estos auténticos desafíos, que no son fruto de una conspiración internacional sino de una ineficiente gestión, no habrá salida a este callejón sin salida y valga la redundancia.

 

EL AISLAMIENTO INTERNACIONAL DE MADURO

 

Como fruto de estas protestas, la hasta ahora mayoría silenciosa de América Latina que toleraba e incluso apoyaba los excesos de Nicolás Maduro ha comenzado a reaccionar y a movilizarse en los foros regionales e internacionales. La primera reacción llegó por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo secretario general, Luis Almagro, se ha puesto al frente en la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades en América Latina. Almagro, paradójicamente, procede de la izquierda y muestra a las claras cómo han cambiado las cosas en el continente en los últimos años. Fue ministro de Exteriores con Múgica y se ha mostrado duro e implacable con los delirios dictatoriales del sátrapa venezolano, en la misma línea que otros líderes y fuerzas de la izquierda continental.

 

En la última cumbre de esta organización que preside, Almagro, junto con el secretario de Exteriores de México, Luis Videgaray, intentó que la OEA aprobara, con el apoyo de una veintena de países, entre los que se encontraban Estados Unidos, México, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil y Chile, una declaración condenando al régimen venezolano. La resolución no prosperó porque una serie de Estados de carácter menor, como Haití, Santa Lucía, Surinam y Antigua y Barbuda, por citar tan sólo algunos, no se sumaron a la condena y no se logró la mayoría necesaria de dos tercios en el seno de la organización, pero el daño ya estaba hecho y el aislamiento de la Venezuela de Maduro quedaba en evidencia.

 

Como respuesta a las condenas y a la soledad de Venezuela en la OEA, el presidente venezolano ya ha anunciado que el país abandonará esta organización internacional y que ha comenzado con los trámites para su salida, que podrían durar dos años. Una huida hacia adelante muy propia de la irracionalidad de Maduro.

 

Pero también varios países donde gobierna la izquierda, como Chile, Uruguay y México, por citar algunos, han sido muy duros con respecto a la situación de Venezuela y han demandado una salida negociada a la crisis. Hasta el expresidente José Mugica, un referente de la izquierda mundial, apoyó a su gobierno y criticó con mátices a Maduro, con el cual mantuvo notables diferencias durante su mandato. Uruguay, además, firmó y se adhirió a una declaración con otros países latinoamericanos en que se aseguraba:

 

“Los gobiernos de la Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Honduras, México, Paraguay, Perú y Uruguay expresan su decepción ante la falta de un consenso regional en la XXIX Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA. Ante la interrupción del proceso democrático en la República Bolivariana de Venezuela consideramos que debe persistirse en una salida concertada, por parte de todos los actores venezolanos, en beneficio del pueblo de ese hermano país”

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La OEA, pese a todo, ha sido incapaz de dar una respuesta regional al problema interno venezolano y a la crisis de su régimen, mostrando a las claras, nuevamente, su escasa funcionalidad y practicidad a la hora de enfrentar los nuevos desafíos del continente. Mención aparte merecen otras instancias regionales, como Unasur, que lejos de mantener su neutralidad, de la mano de su secretario general, el colombiano Ernesto Samper, dio la impresión de tomar partido por el régimen de Maduro, que le había apoyado como candidato a la máxima magistratura de dicha institución. Quien paga, manda, está claro. En una línea distinta a la de Unasur, el ejecutivo mexicano ha tomado una posición activa en la crisis política del país y ha demandado una salida pacífica a la misma, coincidiendo en esta dirección con otras dos grandes potencias de la región, Canada y Estados Unidos, cada vez más preocupadas por la difícil situación que atraviesa el país. Perú incluso ha llegado a retirar a su embajador en Caracas y Estados Unidos y no descarta utilizar la fórmula de las sanciones contra Maduro si no rectifica.

Otro papel destacado en la crítica al régimen lo están jugando los intelectuales de América Latina, entre los que destacan en su oposición a Maduro los conocidos escritores de izquierdas de Colombia Héctor Abad y Wiliam Ospina, la chilena Isabel Allende, el peruano Mario Vargas Llosa y el periodista argentino Andres Oppenheimer. Fuera del continente, el Parlamento Europeo, junto otros gobiernos del continente, han condenado al ré- gimen de Maduro de una forma tajante y clara. Pese a todo, todavía son varios los países del continente que siguen apoyando al régimen de Nicolás Maduro y que secundan sus tesis de que el país sigue en el punto de mira del “imperio” y que tan sólo sufre una “conspiración internacional”. Entre esas naciones, hay que destacar a Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua, principalmente, junto una serie de miniestados en el área del Caribe agrupados en el Caricom (Comunidad del Caribe) y financiados con petróleo a cambio de apoyo político a Caracas en la escena internacional. Fuera del continente, el régimen también cuenta con el apoyo de China, que le ha prestado más de 60.000 millones de dólares pero que ya suspendió los envíos ante el colapso evidente (e inminente) de la economía venezolana; Rusia, que ha vendido en los últimos años armas al régimen chavista por un valor que supera los 10.000 millones de dólares; Bielorrusia, uno de los pocos países que visitaba Chávez en sus viajes al exterior y cuyo dictador Aleksandr Lukashenko ha sido también visitado por Nicolás Maduro -el amor por el totalitarismo les une-, y, finalmente, la Siria de Bashir al-Assad, un régimen oprobioso acusado de horrendos crímenes contra la humanidad, como el uso de armas químicas contra su población civil, el empleo de torturas horrendas contra sus oponentes y el bombardeo indiscriminado de objetivos civiles por su aviación

Las protestas siguen sin tregua, la oposición democrática por ahora se muestra unida, sólida y cohesionada y el régimen se atrinchera sin dar una respuesta coherente, lógica y sosegada a las demandas de la calle

En Venezuela está prohibido disentir. Las autoridades parecen no tener límite a la hora de aplicar un sinnúmero de argucias legales para castigar a quienes expresan una opinión diferente de la oficial

Sobre los presos políticos

LOS PRESOS POLÍTICOS Como fruto de ese deterioro de la calidad democrática en Venezuela, la existencia de presos políticos -algo que el propio Chávez trató de evitar durante años- ha puesto sobre la mesa el nivel de represión que caracteriza al nuevo régimen de Maduro. Según la esposa de Leopoldo López, uno de los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática en prisión desde hace más tiempo, en Venezuela hay 167 presos políticos repartidos en varias cárceles y sometidos a unas duras condiciones de vida, como su marido, que ha sufrido el aislamiento, la tortura psicológica y física y en los últimos tiempos las restricciones en su régimen de visitas.

 

Numerosas organizaciones locales, tales como el Foro Penal Venezolano y Fundepro (Fundación para el Debido Proceso), e internacionales, como Amnistía Internacional, han denunciado la gravísima situación que padece Venezuela en materia de derechos humanos y las numerosas violaciones perpetradas en estos años de “revolución bolivariana”. “En Venezuela está prohibido disentir. Las autoridades parecen no tener límite a la hora de aplicar un sinnúmero de argucias legales para castigar a quienes expresan una opinión diferente de la oficial,” explicó con vehemencia Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

 

Tras presentar un informe sobre la situación de este país desde el comienzo de las protestas, Guevara Rosas también denunciaba que “las detenciones arbitrarias por motivos políticos se han convertido en una constante en Venezuela, país que vive una de las peores crisis de derechos humanos de la región”. Y agregaba finalmente: “Se han reportado más de mil personas detenidas en las últimas manifestaciones, por lo que nos pareció importante visibilizar la situación que enfrentan los opositores pero también los jóvenes que simplemente expresan su oposición en contra de las políticas del gobierno”.

 

Sobre el colectivo de presos políticos, la organización no gubernamental Fundepro señalaba en un informe publicado en el año 2016 las distintas diferencias que había dentro de ese grupo:

1. Presos Políticos de Conciencia, las personas que han expresado su oposición política al régimen o al gobierno vigente, de manera individual o en su calidad de miembro de organizaciones sociales, sindicales, políticas, estudiantiles, campesinas, defensoras de derechos humanos, entre otras, y en razón a ello han sido perseguidas y privadas de la libertad.

 

2. Presos Políticos por motivo de rebeliones armadas civiles o militares, las personas que se han alzado en armas con la finalidad de tomar el poder y derrocar el régimen constitucional y legal vigente, y en razón a ello han sido privados de la libertad.

 

3. Presos Políticos Víctimas de Montaje Judicial, que son aquellas personas que el gobierno de turno, en conocimiento de que son una oposición no abierta, pero identificada por este como de peligrosidad para su estabilidad, por razones de su liderazgo individual y/o por denuncias efectuadas por el mismo, (siendo las responsables personas allegadas al gobierno) y en razón a ello son perseguidas, detenidas y sometidas a procesos penales con pruebas falsas, manipuladas o insuficientes. Estos son cada día más: activistas sociales, políticos, sindicalistas, estudiantes, intelectuales, empresarios, funcionarios públicos, quienes a su manera y desde sus propias trincheras de lucha representan las múltiples caras de la resistencia social y política, invisibilizada sistemáticamente, gracias a las gestiones gubernamentales, a los ojos de la opinión pública internacional”.

 

Por ahora, sin embargo, el régimen de Maduro se niega a aceptar que en su país haya presos políticos, pese a todas las condenas internacionales y todas las evidencias en su contra, y asegura que se trata de presos detenidos por “terrorismo”, “tración a la patria” o “rebelión” contra el régimen. Maduro ya no considera desde hace mucho tiempo a su país como una nación democrática, ya que recientemente, al albur de las protestas, señaló que “lo que no se pudo con los votos lo haremos con las armas”. Maduro ha dado una nueva vuelta de tuerca sobre su propio radicalismo y apela a los suyos a la represión de las protestas sin ninguna consideración moral o ética

El preso político y emblemático del régimen es Leopoldo López, que se ha convertido en un referente mundial en la lucha contra la dictadura y cuya esposa, Lilian Tintori, lleva a cabo una campaña internacional en favor de la libertad de su esposo.

 

El impacto de sus acciones ya no conoce fronteras y la causa de los presos políticos es ya la bandera de millones demócratas en todo el mundo de todos los colores ideológicos y creencias. Tintori ha sido recibida en todas las instituciones y por todas las figuras políticas más importantes, entre las que destacan el presidente norteamericano Donald Trump, el méxicano Enrique Peña Nieto, el español Mariano Rajoy y el mismísimo Papa, que recibió a la familia López al completo dando un respaldo inesperado a su causa.

 

Uno de los más conocidos escritores de la izquierda colombiana, Héctor Abad, escribía en el periódico El Espectador cuando fue condenado López una atinada columna en la que denunciaba: “Los canales de televisión venezolana se demoraron dos días en dar la noticia de la injusta condena a Leopoldo López. La habrían dado de inmediato si hubiera sido un acto de verdadera justicia contra el causante de 43 muertos”. Y acusaba sin rubor: “Pero los venezolanos saben, y la juez Susana Barreiros sabe, y Maduro sabe, que esos muertos fueron causados, en su mayoría, por el mismo gobierno venezolano. Por ese motivo ni siquiera dieron la noticia de que el principal líder de la oposición había sido condenado a más de 13 años de cárcel por participar en una manifestación callejera”. La mentira y la farsa se dieron la mano para condenar injustamente a López y mantenerlo en la cárcel durante casi tres años y medio.

Seguidores de Maduro atacan Asamblea Nacional

 

Cuando escribía estas líneas, el régimen de Maduro otorgó a López casa por cárcel, en un intento por lavar su imagen y queriendo retomar la iniciativa política a apenas unas semanas de que se celebren la consulta de la oposición y las elecciones a una Asamblea Constituyente. El hecho ocurría en la misma semana en la que el dictador ordenó el asalto al parlamento, donde las hordas “revolucionarias” atacaron con saña y violentamente a decenas de empleados, diputados y periodistas indefensos, mostrando al mundo con claridad la brutalidad sin ambages de dudas de la narcodictadura de Caracas. Las fotos de ese salvaje ataque dieron la vuelta al mundo y fueron portada en decenas de periódicos y revistas. Ya nadie puede negar la realidad de una tiranía que se ha degradado hasta los niveles más inhumanos e incívicos. La existencia de presos políticos en Venezuela ya no es negada por nadie medianamente informado, incluidos conocidos activistas de izquierda y en favor de los derechos humanos en el continente. Para muestras de esa ruptura entre la izquierda continental y el régimen de Maduro hay que destacar el papel cada vez más activo en contra del mismo por parte del director de la ONG Human Rigths Watch (HRW), José Miguel Vivanco, quien ha llegado a denunciar que “los últimos acontecimientos de estas semanas marcaron el fin de la fachada democrática del Gobierno de Nicolás Maduro” en Venezuela y que en ese país se vive “sin Estado de Derecho”.

Ricardo Angoso es escritor y periodista español , analista político y profundamente conocedor de las debilidades y fortalezas de la actual democracia. Es columnista de varios periódicos , revistas y portales de EEUU , América Latina y Europa. 

Artículo publicado en el periódico Diario16 de España. 

Ricardo Angoso pertenece al grupo de columnistas de Enfoque Periodístico , New York

iniciativaradical.org

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