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La crisis de Siria ahonda las tensiones entre Rusia y Occidente

La reciente visita del presidente sirio Bashar Asad a Moscú tomó por sorpresa a la comunidad internacional. El líder sirio no había abandonado Damasco desde 2011 cuando estalló el conflicto interno en su país que, según estimaciones de la ONU, se ha cobrado unas 250.000 vidas hasta ahora.

Por :Ricardo Angoso

Mientras que cada día que pasa se esfuman cada vez más las posibilidades de que unas negociaciones entre el gobierno de Damasco y el sinfín de grupos que componen la oposición siria tengan éxito, la crisis también esta poniendo a prueba las relaciones entre Rusia y Occidente. Cada vez está más claro que la convergencia en los intereses estratégicos entre ambas partes es nula, inexistente por decirlo de una forma más clara y rotunda.

Mientras que Rusia trata de apuntalar a toda costa al gobierno de Damasco por varias razones, entre las que destacan que le vende armamento, que es su único y más fiel aliado en esta parte del mundo donde mantiene una tensión muy alta con Turquía, que tiene la única base militar con salida al Mediterráneo en suelo sirio, Tartus, y, finalmente, porque se están tejiendo nuevas alianzas en esta zona del mundo que aíslan aún más a Moscú de la escena de Oriente Medio.

Recientemente, Chipre, Israel y Grecia han llegado a importantes acuerdos para explotar los recursos naturales marítimos, más concretamente el gas natural, y enviarlo a través de un gasoducto vía Grecia hacia Europa. Estos acuerdos energéticos tienen también su dimensión en materia seguridad y coordinación de sus respectivas políticas energéticas. Grecia, aliado histórico de Rusia y el país más propalestino antaño de la Unión Europea (UE), hacía valer más su pragmatismo y realismo que la defensa a ultranza de la tradicional política exterior helena con respecto al largo conflicto de Oriente Medio. También, indirectamente, Atenas se alejaba de la órbita rusa, para gran disgusto de Moscú.

TURQUÍA, ALIADO FUNDAMENTAL Y FRÁGIL DE OCCIDENTE EN LA REGIÓN

Turquía, que también quiere participar de este juego político y económico de aprovechar con sus vecinos los ricos recursos marítimos, seguramente no se quedará al margen de estos procesos en marcha. Es más que seguro que en los próximo meses, Ankara moverá ficha en Chipre en el sentido de intentar resolver el largo contencioso que ya ha cumplido cuarenta años largos y tratará de recomponer sus relaciones con estos países en aras de no quedar aislada, toda vez que sus relaciones con Siria han rozado en varias ocasiones las posibilidad de guerra y con Rusia han estado al borde de la ruptura tras varios incidentes aéreos -avión militar ruso derribado por los turcos por medio- .

Luego está el asunto de la inmigración, que requiere la ayuda y la cooperación de Ankara. El territorio turco es la vía por la que han llegado los cientos de miles de inmigrantes sirios, afganos, africanos y de todas las nacionalidades que han llegado en los últimos meses a Europa. La UE, en vista de la magnitud y de la masiva presencia de inmigrantes sirios en Turquía, aprobó recientemente una ayuda millonaria para atender a estas víctimas del conflicto sirio y paliar las consecuencias de esta oleada migratoria en un país desbordado por esta auténtica avalancha humana.

Turquía, eterno candidato para adherirse en un futuro incierto a la UE y miembro de la OTAN, sigue siendo un aliado fundamental de Occidente en esta parte del mundo y un socio a veces impredecible. Por ejemplo, la reciente decisión del ejecutivo de turco de reanudar las actividades militares contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) es un grave error que viene a mostrar a las claras el triunfo de la línea dura frente al diálogo que predominó en los últimos años con los kurdos alzados en armas. Se calcula que en este conflicto pueden haber muerto entre ambas partes desde comienzo de las hostilidades, allá por los años ochenta, más de 50.000 civiles y militares, aunque la peor parte, como suele suceder casi siempre, se la han llevado los civiles kurdos que viven en aldeas aisladas y acosadas por el ejército turco.

Este lamentable giro vuelve a demostrar la falta de pragmatismo ante lo que sucede en la región por parte de los máximos responsables turcos, que temen más un Estado kurdo -que a la larga acabará siendo una realidad por mucho que se empeñen en ahogar en sangre esta parte del mundo- que al Estado Islámico contra el que ahora luchan juntos Occidente, Irán, Rusia y la misma Siria. Turquía tiene todavía numerosos desafíos en clave interna, como modernizar su sistema político e integrar a las minorías, para que su proyección exterior pueda ser realmente efectiva en los próximos años.

Rusia, que supuestamente se había unido militarmente a la cruzada occidental contra el Estado Islámico, ha mostrado más voluntad en debilitar por la vía de los bombardeos selectivos a la oposición siria que lucha contra el régimen de al-Asad que en atacar a los fundamentalistas que han desafiado al mundo y Occidente con varias acciones terroristas audaces y unas puestas en escenas dantescas y salvajes, por decirlo de una forma eufemística. La barbarie de este grupo, degollando a occidentales desarmados, quemando a un piloto jordano o tirando a dos jóvenes adolescentes gays desde una terraza para luego ser rematados a pedradas por una turba, no tiene parangón en la historia de Oriente Medio; muestran una crueldad brutal que avergüenza a la especie humana.

Así las cosas, y sin que la violencia cese en Siria, Estados Unidos ha solicitado a Rusia que interceda ante el agónico pero no muerto régimen sirio para que abra corredores humanitarios para asistir a los millones de víctimas del conflicto; permita la ayuda internacional a las ciudades asediadas por las fuerzas de Damasco y para que se apreste a negociar sin condiciones con la atomizada oposición. Por ahora, las peticiones han caído en saco roto, y Rusia sigue sin mover ficha en la escena, atacando las posiciones de los enemigos del al-Asad y desoyendo los llamados occidentales. La guerra civil siria, tras haber causado 300.000 muertos, 10 millones de desplazados internos y externos y devastar por décadas a esta nación, está muy lejos de terminar. Y sin el necesario consenso entre occidentales y Rusia un probable acuerdo está todavía más lejos. La espadas siguen en alto, la paz sigue siendo tan solo un tenue sueño de millones de mujeres y hombres inocentes que sufren a diario las consecuencias de una guerra injusta.

Ricardo Angoso/periodista Español

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