Y......si Donald Trump ganara la Presidencia de EEUU , ¿qué podría pasar?
Las próximas elecciones presidenciales a celebrar en Estados Unidos el 8 de noviembre serán cruciales para el futuro de esta nación. Un candidato antisistema, Donald Trump, puede ser elegido presidente, según las últimas encuestas, y poner en marcha un cambio político imprevisible y de consecuencias desconocidas.
por Ricardo Angoso
@ricardoangoso
Si Donald Trump gana las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos, como candidato del Partido Republicano, no tengo la menor de duda de que pondrá en marcha los primeros trámites políticos, legislativos y judiciales, todo lo que esté a su alcance, para comenzar a expulsar a los once o doce millones de inmigrantes ilegales (indocumentados) que hay en en el país. Lo ha dicho por activa y por pasiva, será uno de los ejes de su campaña electoral, y muchos son los que creen que cumplirá con su palabra.
Pero no se conformará solo con la expulsión de millones de indocumentados, siguiendo la senda del presidente Dwight Eisenhower (1953-1961) que con la Operación Espalda Mojada ya expulsó a casi dos millones de inmigrantes ilegales, sino sentará las bases para la construcción del famoso "muro" de protección en la frontera entre Estados Unidos y México, insistiendo en que el ejecutivo mexicano pague los gastos del mismos y contribuyendo a un escalamiento de la tensión con sus vecinos. México ya ha dicho que no pagará nada y menos a Trump.
Si gana estos comicios Trump, como buen admirador de Vladimir Putin que dice que es, las relaciones de los Estados Unidos con Rusia mejorarán y se incrementará la cooperación en todos los campos, obviando las violaciones de los derechos humanos en medio mundo y aceptando la política de hechos consumados que ha llevado a Moscú a bombardear poblaciones en Siria y anexionarse una cuarta parte de Ucrania sin ningún miramiento. Trump es una suerte de trasunto de Charles Augustus Lindbergh, aquel piloto norteamericano de extrema derecha que participó en política defendiendo al nazismo y al mismo Adolfo Hitler, llegando a insinuarse como candidato presidencial para convertir a la nación norteamericana en un fortín aislado y dominado por el discurso más ultra. Putin y Trump hablan la misma lengua y se entenderán a la perfección, que nadie lo dude.
Si Trump consigue ganar estas elecciones, previstas para el ocho de noviembre de este año, será, probablemente, el fin de la OTAN. Su supino desconocimiento de las cuestiones internacionales, su escasa o nula compenetración con sus socios europeos, a los que incluso ha despreciado públicamente en su campaña, y su visión aislacionista de la política exterior norteamericana, junto con la grave crisis de legitimidad que atraviesa esta organización, llevarán a la tormenta perfecta que desembocará en una crisis segura que abocará a su final. Su visión de unos Estados Unidos vistos como una superpotencia que ostenta el monopolio de la supremacía global entrará en colisión con el mundo multipolar nacido tras la Guerra Fría y en donde Europa juega algún papel. Alemania, Francia e Italia nunca aceptarán la visión unilateral de Trump.
EL FINAL DE LOS EQUILIBRIOS TEJIDOS EN ORIENTE MEDIO
En el caso de que Trump gane la presidencia de los Estados Unidos, Oriente Medio también cambiará y seguramente Israel acabará con su política de contención frente a Irán. Un ataque de Israel a este país, una vez que reciba luz verde de la Casa Blanca, no se debe descartar y, entonces, todos los equilibrios tejidos hasta ahora saltarán en añicos. Siria, Líbano y Yemen, tres escenarios en donde Irán combate contra los intereses occidentales, norteamericanos e israelíes, verán un agravamiento de sus respectivas crisis internas y la tensión se elevará en toda la zona. Hasta ahora la contención israelí, prendida con alfileres por la frialdad de la actual administración Obama hacia los halcones del ejecutivo de Israel, ha evitado un conflicto de mayor intensidad en la zona y lo que sería un eventual y catastrófico bombardeo sobre Irán a cuentas de su programa nuclear. Con Trump, todo será distinto y las alarmas se encenderán desde el primer día, sobre todo en Beirut, Damasco y Teherán. Atentos.
Si contra todo raciocinio y lógica, gana Trump, muchos aliados de los Estados Unidos serán abandonados seguramente a su suerte, tales como Japón, Corea del Sur y Taiwan. El candidato ya ha dicho, de una forma irresponsable y poco característica de un estadista, que Estados Unidos gasta demasiado en la defensa de sus aliados y que piensa cerrar bases, cancelar ayudad militares e implicarse menos en los asuntos de sus hasta ahora fieles amigos. Se acabó el cuento y el que quiera defenderse frente a las amenazas externas, dice Trump, que aumente el gasto en defensa y que no piensen siempre en los Estados Unidos para garantizar su seguridad frente a supuestas amenazas. China, Corea del Norte y Rusia tomarán nota de lo que dice Trump y actuarán en consecuencia.
Siguiendo el rumbo, si gana Trump las próximas elecciones asistiremos a un abandono total de la política exterior norteamericana con respecto a América Latina. Si tras la caída del comunismo y el final del mundo bipolar, al que sobrevivió solo Cuba en el continente, el interés de Washington por los asuntos latinoamericanos era mínimo, es de prever que con Trump de presidente bajará aun más y las perspectivas de una mayor implicación norteamericana en todos los ámbitos quedarán, seguramente, en aguas de borrajas, en nada de nada.
AUMENTARÁ LA BRECHA ENTRE RICOS Y POBRES
Nos hemos referido en este breve recorrido solamente a lo que atañe a la previsible política exterior de este controvertido y polémico candidato, pero en el ámbito de la política relativa a los asuntos domésticos no se irá por un mejor camino. Sin ánimo de ser apocalíptico, está muy claro que numerosos programas sociales serán suprimidos o convertidos en meros elementos decorativos, que se reducirán los fondos en educación y salud y que los más desafortunados socialmente, como los inmigrantes y los pobres -45 millones de norteamericanos-, tendrán ante sí un escenario aún más duro y adverso en una sociedad seguramente más desigual, injusta e insolidaria. Sálvese quien pueda.
También, sin que se prevean cambios en las políticas fiscales, la brecha ente ricos y pobres, tal como denunció en su momento la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), seguramente aumentará; actualmente es la más alta de la historia en los Estados Unidos, uniéndose al club de los países más desiguales del mundo con Chile, México, Turquía, Honduras, Brasil y Colombia a la cabeza.
Según un informe del Congreso norteamericano, el 10% más rico de Estados Unidos, aquellos ciudadanos con un patrimonio de al menos US$942.000 dólares, poseía el 75,7% de la riqueza de las familias, mientras que aquellos entre los percentiles 51 al 90 eran dueños del 23,3%. Por su parte, el 10% más desfavorecido no llegaba al 1% de la riqueza. Trump no tiene previsto hacer un cambio en la política fiscal que ha favorecido esos cambios sociales que van en detrimento de la clase media y los sectores sociales más bajos, sino todo lo contrario: ya anunció que bajará los impuestos y que las grandes empresas pagarán menos para poder ser más competitivas en el exterior. Está claro, es peligroso ser pobre, amigo.
Ricardo Angoso
Periodista Español
Analista internacional