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Y la primavera latinoamericana ¿para cuando?


Mientras en las calles de Caracas la gente se muere literalmente de hambre escarbando entre las basuras para llevarse algo de comer a la boca, el régimen del sátrapa Nicolás Maduro hace la vista gorda y, en una nueva huida hacia adelante, como si no pasara nada de nada, llama a la defensa de la revolución frente a la injerencia externa. Como si alguien en el mundo iba a estar tan loco como para invadir uno de los países más pobres del mundo, acuciado por una crisis generalizada en todos los frentes y hundido en la miseria más absoluta. ¡Ya quisiera Maduro que alguien de fuera le viniera a arreglar los problemas ya casi irreversibles generados por la revolución más inútil del mundo!

 

Por Ricardo Angoso

ricky.angoso@gmail.com

Aplicaron las fallidas recetas del socialismo real ejecutadas sin ningún éxito en Europa del Este, la extinta Unión Soviética, Cuba y China para sumirse en el mayor de los fracasos y en un naufragio social, político y económico sin parangón en toda América Latina si exceptuamos la isla-prisión de Cuba. Como zombies de una película surrealista y terrible, los venezolanos se acostumbraron al hambre, la violencia generalizada provocada por la impunidad, el desgobierno y el caos -30.000 homicidios en el 2016, más que en Afganistán o Irak, países inmersos en una guerra civil-, el desabastecimiento, la muerte en los hospitales ante la falta de medicamentos básicos y una brutal represión policial ante el más leve indicio de protesta. ¿Cómo es que los venezolanos todavía no se han echado a la calle para protestar ante tal estado de cosas? ¿Es que el aparato policial del régimen es capaz de acallar el malestar de toda una nación tras más de tres lustros de despropósitos, fracasos y sufrimiento colectivo de millones de venezolanos cansados de esperar en la cola de la historia?


Venezuela, cuyo modelo social, político y económico es la Cuba de los hermanos Castro, no podía acabar de otra forma teniendo en cuenta el espejo revolucionario en el que se miraban los líderes de la dichosa revolución bolivariana y el “socialismo del siglo XXI”. Los Chávez y los Maduro no aprendieron nada de las lecciones de la historia, porque son un par de palurdos redomados presos de una retórica angustiante e ideologizante, y en vez de tomar nota del modelo chino o vietnamita, que desarrollaron el mejor socialismo al caminar rápidamente hacia el capitalismo sin mirar hacia atrás, se embarcaron en ese viaje hacia la nada en que consiste el comunismo. El socialismo es el viaje más largo del capitalismo al capitalismo. Los resultados, como en Cuba, a la vista están: Venezuela ya está en la lista de los países más pobres, inseguros, atrasados, subdesarrollados y embrutecidos del mundo. Pero nada, en el Caribe no se mueve un hoja de un árbol sin que los aplastantes regímenes de Cuba y Venezuela lo permitan. ¿Serán capaces algún día los cubanos y los venezolanos de cambiar su aciaga suerte y poner rumbo hacia la racionalidad política? ¿Tendrán la suficiente valentía para vencer al miedo y poner coto a tanta alevosía criminal por parte de sus omnímodas dictaduras?


DE NICARAGUA A ECUADOR PASANDO POR BRASIL, BOLIVIA Y COLOMBIA


Un tanto de lo mismo ocurre en Nicaragua, donde la pareja tragicómica de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha convertido a este antaño pacífico país en un erial dominado por la corrupción, la perversión política, la ausencia de libertades y derechos fundamentales y la ineficacia política y administrativa en todos los aspectos. En nombre de la revolución sandinista, por la que tantos hombres y mujeres honradas derramaron su sangre y dieron sus vidas, Daniel Ortega ha convertido al nuevo régimen político en una caricatura de lo que debería haber sido un modelo democrático para todo el continente. Los viejos héroes de la revolución de 1979, como Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez, ya le abandonaron hace tiempo y el país se desangra de una forma inútil, gratuita y ominosa por obra y gracia de este tándem que se cree elegido por Dios para conducir hacia el precipicio al sufrido pueblo nicaragüense. Han convertido a Nicaragua en una república bananera de la peor especie en la que algunos hasta tienen nostalgia de la dinastía de los Somoza. Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?, se preguntaba Cicerón en su Primera Catilinaria y que se traduce del latín al español como "¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?”. ¿Hasta cuándo los Ortega, Maduro y Castro abusarán de la paciencia de sus pueblos para seguir perpetuando sus satrapías personales en aras de una ideología turbadora y pertubadora?


Finalmente a este cuadro nada halagador que presenta el continente, se le vienen a unir las democracias de cartón piedra de Brasil, Bolivia, Colombia y Ecuador. Brasil, presa de la corrupción y el desamparo político, también espera mejor suerte, mientras que Bolivia sigue viendo sus libertades restringidas y su presidente, Evo Morales, espera elegirse indefinidamente hasta el infinito como en el Otoño del Patriarca de García Marquez. Por no hablar de Colombia, presa de una oligarquía mediocre, mezquina y corrupta hasta la saciedad sin más proyecto político que el enriquecimiento sin medida y el saqueo del Estado, y que hoy nos quieren presentar a su abatida nación como la Suiza de América y “el país más feliz del mundo”, en boca de sus ávidos y carroñeros gobernantes. Qué sinvergüenzas. Terminando por Ecuador, en que quedarían en el tintero muchos más países, donde aunque se detectaron cambios positivos en los últimos tiempos también se perciben señales preocupantes por parte del poder de quererse perpetuar eternamente y fundar régimen en lugar de trabajar por profundizar en la democracia.


Concluyendo, si bien en la década de los noventa y a principios de este siglo se habían dado ciertas señales que inducían al optimismo en América Latina, como el final de las dictaduras y la apuesta por las democracia en todos los países sin excepción, hoy sin embargo se barruntan señales alarmantes de que estamos ad portas de una auténtica marcha atrás. Entonces, pregunto en voz alta, ¿para cuándo una primavera latinoamericana en que sus pueblos despierten y hagan reflexionar a sus gobernantes para que abandonen sus aventuras delirantes?

Ancla 1
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